Prácticas ArtÃsticas Contemporáneas: Algunas ideas y posibilidades sobre nuestro hacer sensible
Por Nahuel Sanchez Tolosa¹ Sin lugar a dudas, desde el contexto actual del arte contemporáneo, parte de nuestro trabajo es imaginar y llevar adelante prácticas sensibles más allá de la producción de objetos aislados. Las prácticas artÃsticas, según el Manual de Buenas Prácticas² para las Artes Visuales, implican un ejercicio creativo individual, colectivo o colaborativo que genera obra, conocimiento, investigación, entre otras. Esta breve definición proporciona cierta claridad para interpretar y analizar todo lo que se está haciendo y lo que estamos observando en las diversas institucionalidades vinculadas al arte contemporáneo, abarcando todos los lenguajes que lo componen. En este sentido, consideramos que expresar, proponer o esbozar ideas sobre las prácticas artÃsticas de las cuales formamos parte, es un acto polÃtico. Detenernos a reflexionar sobre esto, en un mundo complejo y cambiante, implica un gesto de autocuidado al reconocer que nuestras prácticas no están desvinculadas de los acontecimientos sociales, culturales, polÃticos, ambientales y económicos. Sin duda, estas prácticas se ven afectadas, pero también poseen la capacidad de afectar a la comunidad en la que se erigen. Entonces, ¿por qué hablar de prácticas artÃsticas? Desde nuestra perspectiva, las prácticas artÃsticas no reducen el hecho artÃstico únicamente al acto creativo; por el contrario, ingresan a un flujo simbólico donde dialogan y tensionan con otros discursos. Estas prácticas ocurren en un contexto especÃfico e involucran a diversas subjetividades, tanto aquellas que se son parte como aquellas que son ajenas al ámbito, pero que contribuyen a la definición de sentidos que circularán en torno a lo observado, apreciado, experimentado, etc. Las prácticas artÃsticas se conciben como un acto compartido, implican necesariamente el trabajo con otra persona; al menos en algún momento del proceso creativo, alguien más que uno mismo interviene en lo que estoy expresando, en aquello que estoy construyendo. Por eso, consideramos que las prácticas artÃsticas son colectivas. Aunque el arte no sea ajeno a un sistema mediado por el mercado y por los gestos de la individualidad, todo lo que hacemos implica, en mayor o menor medida, colaborar con otras personas. Por lo tanto, repensar aquello de lo que somos parte nos introduce en un ejercicio de auto-reflexividad en pos de aportar y complejizar la escena artÃstica que construimos a diario. Establecer dinámicas de escritura, lectura y conversación acerca de nuestro trabajo permitirá la creación de entornos laborales saludables y cooperativos, configurando asà propuestas de incidencia en las comunidades especÃficas donde se desarrollan las prácticas artÃsticas. ¿Es posible imaginar otros formatos, espacios y movimientos para nuestras prácticas artÃsticas? Ante este interrogante podemos decir que sÃ: estamos asistiendo a una agitación cultural que propone otras maneras, otras poéticas, otras relaciones. Los escenarios con los que convivimos desde estas latitudes nos indican que las prácticas artÃsticas poseen y desarrollan un complejo entramado de adaptabilidad a las circunstancias, condiciones y recursos con los que cuentan para el desarrollo creativo. En consecuencia, identificamos al menos tres variables desde donde analizar y reflexionar acerca de lo que está sucediendo con nuestras prácticas artÃsticas actualmente en nuestro contexto más inmediato. En primer lugar, en términos de formatos, encontramos un gran desarrollo de ferias, festivales y exhibiciones duracionales que aparecen como nuevas maneras de mostrar, compartir, intercambiar y disfrutar de la producción sensible. Estos formatos, han ido ganando terreno en las diferentes escenas de la región, promoviendo estrategias de autogestión, reciprocidad, transacción, divulgación, difusión, intercambio y sociabilidad con audiencias cada vez más heterogéneas. Representan otras formas de democratización de las prácticas artÃsticas al ofrecer formatos más accesibles, cercanos y afectivos en comparación con aquellos más canónicos e institucionalmente legitimidados, que por diversos motivos construyen perfiles de espectadores más acotados o especÃficos. En segundo lugar, surgen los espacios que favorecen la realización y vitalidad de estos formatos, al poner a disposición recursos espaciales, materiales y tecnológicos. Se trata de aquellos que configuran dinámicas de trabajo que habilitan el ejercicio activo de prácticas artÃsticas. Aparecen aquà los laboratorios, las galerÃas expandidas, las plataformas virtuales, entre otros, en tanto espacios analógicos y digitales donde suceden una gran multiplicidad de hechos artÃsticos. Respecto a esto, podemos entenderlos como lugares dotados de recursos humanos, técnicos y tecnológicos mediados por metodologÃas y herramientas que tienen como objetivo principal la experimentación, el intercambio, el aprendizaje colectivo y el desarrollo colaborativo de proyectos, dinámicas, redes, etc. Las poéticas que emergen a partir de estas nuevas espacialidades se acercan mucho más a las sociedades y sus problemáticas, proponiendo espacios de diálogo, discusión y encuentro entre agentes del arte y la comunidad. En tercer y último lugar, encontramos movimientos que pueden adquirir nuestras producciones y prácticas. Aquà surge la idea de desplazamiento y la disolución de la frontera geográfica como acciones inherentemente vinculadas a las prácticas artÃsticas contemporáneas. En relación a esto, observamos el incremento de estrategias y modalidades para la producción y circulación más allá de la escena que habitamos. Desde la pandemia en adelante, asistimos a un tecno-paisaje que nos permitió interactuar con diversos actores del ámbito artÃstico, trascendiendo los lÃmites topográficos establecidos. La comunicación remota potenció el ejercicio y la activación de proyectos colaborativos que no implicaron necesariamente estar en un lugar fijo, diluyendo asà la idea de frontera que, en muchas ocasiones, era un lÃmite en el alcance de la producción artÃstica. Estas operaciones y nuevas articulaciones de movimiento dieron lugar a prácticas artÃsticas nómadas e intermitentes que se expanden más allá del territorio de origen. Ponerle algunas palabras a nuestro trabajo artÃstico implica movilizar imaginarios y opiniones, pero también constituye un ejercicio necesario para promover la escritura como un acto polÃtico y como la evidencia de nuestro hacer. Es fundamental, entonces, que podamos dialogar y escribir sobre lo que estamos haciendo, de aquello que estamos atravesando y configurando en la escena contemporánea. Conocer nos permite valorar y valorar nos permite proteger y defender la cultura ante el inminente desmoronamiento del campo cultural en los tiempos que nos toca habitar. ¹ Nahuel Sanchez Tolosa es Artista Visual, Gestor Cultural y Profesor de Artes Visuales en diferentes niveles educativos. Profesor Superior en Artes Visuales, Licenciado en

